Carlos roba la belleza como nadie porque la descubre y asimila desde la más tierna niñez. El pecho universal de distintos maestros le permite canalizar sus sentimientos e ideas hacia el horizonte de su madurez.

Porque Carlos, considera su progreso artístico como un caso amoral en cierto modo, ya que piensa que le ha robado una parte de la belleza al mundo para construir su propia civilización interior. Y al decir robar, no se refiere a robar o a otros elementos que tienen que ver con el Arte, sino robar una galaxias de Arte completa. Y ese robo lo comete siempre a través de los sentidos con los que reinterpreta dicha realidad, sobre todo la de los clásicos del siglo XIX, y entre ellas la del mundo que gira en torno a Tolouse Loutrec, recreando algunas de las escenas en las que no faltan los cabarets, las putas, los borrachos, los intelectuales ni la señoras de alta alcurnia para recrear escenas de un pasado diluido por las desdichadas estirpes que siguieron a una algarabía de putas, beodos y vividores de todas las raleas…

Eso es lo que encontrareis en gran parte de la obra de Carlos Prieto, sobre todo en la de sus primeras épocas eso es exactamente lo que hace Carlos Prieto y lo hace por ser un joven aventurero, que huyendo del estudio de las Matemáticas se introduce en el mundo del Arte a través de la senda de lo desconocido, lo que le lleva a convertir su existencia en el trabajo más feliz y amoroso de todos.

Carlos roba la belleza como nadie porque la descubre y asimila desde la más tierna niñez. El pecho universal de distintos maestros le permite canalizar sus sentimientos e ideas hacia el horizonte de su madurez.

Porque Carlos, considera su progreso artístico como un caso amoral en cierto modo, ya que piensa que le ha robado una parte de la belleza al mundo para construir su propia civilización interior. Y al decir robar, no se refiere a robar o a otros elementos que tienen que ver con el Arte, sino robar una galaxias de Arte completa. Y ese robo lo comete siempre a través de los sentidos con los que reinterpreta dicha realidad, sobre todo la de los clásicos del siglo XIX, y entre ellas la del mundo que gira en torno a Tolouse Loutrec, recreando algunas de las escenas en las que no faltan los cabarets, las putas, los borrachos, los intelectuales ni la señoras de alta alcurnia para recrear escenas de un pasado diluido por las desdichadas estirpes que siguieron a una algarabía de putas, beodos y vividores de todas las raleas…

Eso es lo que encontrareis en gran parte de la obra de Carlos Prieto, sobre todo en la de sus primeras épocas eso es exactamente lo que hace Carlos Prieto y lo hace por ser un joven aventurero, que huyendo del estudio de las Matemáticas se introduce en el mundo del Arte a través de la senda de lo desconocido, lo que le lleva a convertir su existencia en el trabajo más feliz y amoroso de todos.

Carlos Prieto Velasco nace en Palma de Mallorca el 3 de noviembre de 1987. Hijo de Pedro Prieto, periodista, y de Celia Velasco, ex azafata, ex periodista, ex empresaria y en la actualidad escritoras, con siete libros publicados.

Carlos, que desde que nació el Arte le guardaba una parcela en su mundo, no se enteró de ello hasta que hizo bachiller, coincidiendo con el traslado de casa desde el Coll den Rabassa al Amanecer. Poco antes de esto, el pintor murciano afincado en Palma hasta que regresó a Murcia, (Águilas), viendo un día sus dibujos les dijo a sus padres, Habemus pintor. Lo cierto es que Carlos, coincidiendo con ese cambio de domicilio, comienza el bachiller en un instituto próximo a él, el IES — Llompart, y como no le gustan las Matemáticas, opta por inscribirse en el bachiller artísticos, no solo por el Arte en si, sino también porque considera estos estudios más asequibles a su predisposición como estudiante. Sus padres vacían el garaje, aparcan los coches en la calle, y Carlos convierte ese espacio en su estudio. Un buen día, Manolo Coronado vuelve a casa de Carlos, almuerza con sus padres y les propone que viaje con él por unos días a Águilas (Murcia) para que pinte. Carlos le dice que sí, que va. Se pasa en tierras murcianas más de una semana pintando lo que le viene en gana, excepto una cosa: el viento. “Nunca olvidaré aquel día  recuerda ahora el artista- en que Manolo me dejó en la ladera de una colina, diciéndome: Volveré por la tarde a buscarte, mientras tanto, pinta el viento”. 

De regreso a Palma, Manolo sigue insistiendo: Habemus pintor. Y a él le gusta… Dejadle, pues, que  siga”.  Y Carlos sigue, y lo hace en el garaje de su casa. Y sigue experimentando sobre el papel y la tela. Y son tales sus logros, que Manolo le propone exponer en la Casa-museo de Paco Rabal, de Águilas, a donde se presenta con telas y dibujos hechos sobre papel. Su estilo no está definido, pues en la exposición se cuelgan trabajas suyos en abstracto y en realismo. Pero lo cierto es que regresa a Palma habiéndolo vendido todo, lo cual le anima a continuar. Esto sucedía en 2005.

En 2006, se presenta en Palma con una exposición que cuelga de las paredes de El Temple. A la presentación asisten el presidente del Govern, que adquiere uno de los cuadros, que cuelga en una escalera de esta institución, y la presidenta del Consell de Mallorca, María Antonia Munar. La exposición es otro éxito. 

En 2007 expone en Inca, en Can Janer, a la vera del Ajuntament, con una obra más definida, en la que el abstracto casi ha desaparecido. El resultado de esta muestra es también muy positivo para el artista en todos los aspectos. Pedro Serra, propietario del Diario Ultima Hora y de otras publicaciones, que asiste un día a ver la exposición le aconseja que se defina, que opte por el abstracto o por el realismo, y le hace caso, aunque para ello ha de viajar, ver y luego decidir.

En 2008 viaja a París. Una amiga suya Tanya Benet estudiante de Arte, habla con sus padres para que le cedan un pequeño apartamento situado en Avenue Friedland, cerca de los Champs Elysees. Carlos, que lleva una idea de como puede ser París  una idea que se había formado leyendo y estudiando a pintores de finales del XIX-, a nada que pone los pies en la Ciudad Luz, se da cuenta que una cosa es lo que él creía encontrase y otra lo que se encuentra, que nada tiene que ver con lo que pensaba encontrase. Eso le hace casi arrojar la toalla y regresar… Hasta que poco a poco va descubriendo el Paris del Moulin Rouge, de Tolouse Loutrec…. El París impresionista, el que andaba buscando, y a partir de ahí comienza a pintar, creando una obra personalísima, que se convierte en su sello, ya que enseguida todo el mundo que la ve la identifica con él, por lo que no nos extraña que tiempo después, ya en Palma, una entrevista que le hacen la titula: Carlos Prieto, un pintor moderno anclado en el pasado. 

La madre de Tanya, Sherezade, un día le visita en París y queda impresionada, primero viendo la transformación que Carlos ha hecho del local que le dejó y, segundo, por lo que ha colgado en él, unas obras increíbles de un París que pertenece al pasado, pero que nadie olvida… Dicha obra se expone en Palma, en el Casal Solleric, en 2008, donde Carlos, además de mostrar sus trabajos, los envuelve en una atmósfera parisina de finales del XIX, con bellas mujeres vestida como las de aquella época, mezcladas entre el público que casi no cabe en la sala de exposiciones. Ese halo, en el que se mezcla la música, con el colorido de sus pinturas y un cierto ambiente romántico, a partir de ahí, aparecerá en todas las exposiciones que haga. Incluso a sus estudios los convierte en algo más que en el estudio de un pintor. 

Tratando de encontrar nuevos caminos, viaja a Nueva York, donde permanece durante 11 meses. Tal vez porque vive en Harlem, la cultura neoyorquina no le puede a la parisina que lleva en su sangre. Prueba con otras formas y otros coles, pero al final predomina Paris. Por tanto, el viaje y la estancia en la ciudad de los rascacielos solo le sirve para, pictóricamente, culturizarse, además de conocer otros ambientes, como el del Soho neoyorquino, Brooklyn o Bronx, nidos de culturas urbanas. 

Al regresar a Palma, en 2009, muestra sus neoyorquinos en La Granja de Esporles, también con muy buen resultado. trabajos en otra exposición que hace en Can Danús, para la cual coloca una alfombra roja sobre la calle del mismo nombre por la que camina en visitante hasta el lugar donde están los cuadros. Es también muy positiva la crítica que recibe. Hay que decir que en este año, Carlos conoce a una de las personas a las que más termina queriendo y admirando, en Jaume, Es Menut, dueño de Los Rafaeles, quién desde el minuto uno, hasta su muerte, le apoyará colgando cuadros suyos en dicho restaurante y en la finca que poseía en Establiments. Llegado a este punto, y echando la vista atrás, vemos que Carlos, cuanto ha hecho, salvo el empujón que al principio le dio Coronado y los consejos que recibió de Pedro Serra, todo lo que hizo, lo hizo solo. Sin mánager, ni nadie que le dirigiera, lo cual no deja de ser un mérito. El 11 del 11 de 2011, bajo la denominación de “Días de vino y rosas” Carlos se presenta en Can Danús otra exposición, que como las anteriores, no deja indiferente a quien la ve. 

 

Ese mismo año, las Bodegas Macià Batle le pide que le haga una etiqueta para presentarle en el Festival Mundial de vino de Canadá,  Carlos, elige un autorretrato suyo, con el que consigue el primer premio. En 2012 hay que destacar la perfomance que, bajo la dirección de Martín Garrido, escritor y director de cine, presentó en el Auditórium de Palma, con lleno absoluto. Fue, por decirlo de algún modo, una recreación de los París del XIX…

Concretamente de un burdel de la Ciudad Luz de aquella época, en la que Carlos, además, pinta en directo un cuadro de 400. cm por 200 cm. En dicha perfomance actúan una veintena de personas, actores y no actores, vestidos como en aquellos años. 

En 2013 no produce mucho en cuanto a número de obras, ya que ocho de sus doce meses los emplea para pintar Aida, un cuadro de 24 metros cuadrados de superficie, con 12 personajes. La obra causa sensación, ya que más de 1000 personas, en la tarde de su presentación en las Bodegas de Macià Batle, acuden a verla. ¡1000 personas para ver un solo cuadro!, que se dice pronto, porque ¿cuándo ha ocurrido algo similar en la isla? 1000 personas que, además, se encuentran con algunos de los personajes que aparecen en él, y que son jóvenes de ambos sexos a los que ha vestido al estilo de aquella época de finales del XIX. Porque Carlos sigue fiel a su idea: presentar su obra en un entorno que tiene que ver con ella. Entre 2014 y 2018 realiza una serie de exposiciones en Palma y en otros puntos de la isla. De ellas destacaríamos la que presenta en la calle Sant Jaume, a la que denomina “multisensorial exbibition” y las de su estudios en Can Cavalleria, todos dentro de un ambiente Made in Prieto.

 

En 2019, a fin de ir creciendo más, decide viajar e instalarse en Roma. Vive en la parte alta del Trastevere, en una habitación, con estudio, que alquila a un matrimonio romano que le tratan como a un hijo. Como siempre que llega a un lugar nuevo, primero, observa y se sitúa, y luego actúa, eso significa que se patea la ciudad, sobre todo el centro, visitando El Vaticano, museos e iglesias, de cuyas paredes cuelgan cuadros, entre otros de Caravaggio, ante los que se sienta y observa hasta su último detalle. Conoce gente, entre otros, al príncipe  Lorenzo di Medici, el último de los Medici, artistas – pon el nombre del actor italiano – y mecenas. Conoce también a Silvano Agosti, director de cine, de cuya producción de llama la atención una película, D’amor se vive, protagonizada por un niño, (Franck) que le marca, hasta el punto que le convierte el título como su tarjeta de presentación.

A poco de llegar a la Ciudad Eterna es entrevistado para la revista Rolling Stones, Italia.

Y cómo no podía ser de otro modo, presenta su obra en una exposición que hace en su casa, a la que asiste mucha gente, entre ellos el matrimonio Anna y Berny, propietario de los viñedos Villa le Prata, en Montalcino (La Toscana), que le proponen ir a vivir allí, donde podrá pintar y exponer sus obras en un hotel rural que posee, que en verano es ocupados por ilustres clientes. Carlos no se lo piensa, y acepta. Todo va bien hasta que llega la pandemia en que todo cambia para todos. Si embargo, él sigue. Luchando contra viento y marea, continúa pintando, aunque el proyecto de la Toscana no termina como todos hubieran querido al quedar esta región prácticamente asolada por la COVID.

 

Buscando ocupar el enciento que la epidemia ha impuesto, Carlos propone a los pintores del mundo, a través de Internet, pintar algo que tenga que ver con lo que más se necesita en esos momentos: abrazarse y besarse, propuesta que tiene una gran respuesta. Carlos pinta varios cuadros, entre ellos un beso entre Zeta Jones y su marido, Michael Douglas, cuadro que dos años después pasará a ser posesión de este. Fue durante el verano de 2022, en que Carlos, en Valldemosa, no muy lejos de donde los Douglas tienen su casa, s’ Estaca, se lo entregó a Michael, que dicho sea de paso es el segundo que tiene de él.

 

En Roma, de la mano del pintor, Domingo Zapata, tiene la oportunidad de ser recibido por el Papa Francisco, quien le bendice un cuadro que lleva y que entregará a su regreso a Palma a un amigo. Un cuadro que pintó en homenaje a la madre de este, fallecida recientemente. El Papa Francisco, para su fundación, le encargó un cuadro, que Carlos ya ha pintado, y que si no se lo ha entregado ha sido por el bajón que la salud de SS ha sufrido, pero que puede viajar a Roma a nada que le den luz verde.

 

De vuelta a Palma, Carlos se instala cerca de la catedral, donde sigue pintando y trazando nuevos planes, entre otros, regresar a finales de 2023 a Miami, para participar de nuevo en la  Art Week Miami, donde estuvo en la anterior edición, habiendo sido su anfitrión Domingo Zapata, aparte de pintor conocido, y reconocido,  en todo el mundo, buen amigo suyo.

 ¿Como se inició su carrera pictórica?

 En esos pequeños detalles que la vida regala, envuelto de un destino hambriento de misterio y ambigüedad, podría decir que hoy en día soy pintor por un cambio de domicilio. Cuando tenía 16 añitos, y todavía no había cogido ningún pincel, ni había dejado rastro de ningún tipo de tendencia artística, mis padres decidieron cambiarse de domicilio. Vivíamos en Ciudad Jardín, y nos mudamos a la zona del Amanecer, muy cerquita del Conservatorio de Música. Justo aquel año coincidió con el cambio de la E.S.O a Bachiller. Nunca me gustaron las matemáticas, por lo que decidí el Bachillerato Artístico. Mis padres me dijeron que iba a ser duro, ya que nunca había demostrado sobresalir en esa asignatura. Adolescente que no atiende a razones, me tiré a degüello para demostrar que podía con ello.

Reconozco que, el primer año fue duro, y echaba mano de los compañeros que tenían más dotes que yo para terminar mis trabajos artísticos. 

El segundo año fue diferente, empecé a despuntar y a ser reconocido por mis trabajos en clase. Quizá me solté, o un don oculto, empezó a humear en mis manos.

Una noche, mis padres invitaron a cenar a Manolo Coronado, pintor murciano reconocido a nivel nacional, y con una personalidad un tanto peculiar, pero buen pintor. Mientras los mayores tomaban café, yo terminaba un trabajo de final de trimestre. Coronado no dejaba de observarme y, a mitad de la noche, se me acercó, y mirando fríamente lo que estaba dibujando, se dirigió a mis padres diciendo: Aquí “Habemus pintor”.

Se ofreció a invitarme a su taller, y comprobar hasta donde podría llegar. Estuve un mes en su taller analizando el oficio de pintor. Seis meses después, hice una exposición de 30 cuadros en Murcia, de los que vendí 28. A partir de ese momento, no he soltado mis pinceles. 

 ¿Como se inició su carrera pictórica?

Me considero una persona que alimenta su cuerpo y su alma del siglo XIX, enamorado del romanticismo de un Paris que se derretía por aquella esencia que jamás volverá.

 ¿Qué buscas en la pintura?

Mostrarle al mundo lo que llevo dentro.

¿Qué es más importante, la imaginación o la técnica?

El dibujo, es el esqueleto de todo. Sin él, una mancha no tiene sentido.

¿Qué sientes cuando vendes o regalas un cuadro?

Desde mi punto de vista, un pintor, es un vientre de alquiler, has de ser frío con tus creaciones, porque una vez pintadas, ya no son tuyas, es una deuda que tienes con la belleza, con el arte. Un regalo que donas a la humanidad.

¿Logras ganarte la vida con tu arte?

Por ahora si, siempre le digo a mis padres, que de mayor quiero ser pintor. Ya que al elegir una carrera que no tiene fin, y que es totalmente irregular, nunca se sabe lo que puede depararme la vida.

¿Te consideras una persona afortunada?

 ¿Afortunado? jajaja , .. (ríe) ¿Qué es ser afortunado? La pintura es una bendición y un castigo. Resulta paradójico, yo nunca he disfrutado pintando. Sino todo lo contrario. Sufro cuando empiezo un cuadro, y no dejo de hacerlo hasta que ya no está en mis manos. Pero obra, no es mía, es de quien la adquiere. Los que llegan a ser grandes pintores, deben donar su arte a la humanidad. 

Descríbenos un día típico en tu vida como artista.

Cuando veo una tela en blanco delante de mí, intento plasmar en ella una idea, visualizarla… y, a partir de ese momento, apenas me queda tiempo para dormir, porque cuando me meto en la cama, el sueño se convierte en los colores de tu paleta, en los rostros de los personajes, en las pinceladas que te quedan por dar… Cada día es casi una fotocopia del anterior, y el del día después.

Con suerte, intento rescatar unos minutos para adentrarme en mis pensamientos, levitar en algún momento del día o de la noche…, y si lo consigo, es de una manera tan efímera, que no tengo tiempo de disfrutarlo.

¿Qué es lo más importante para llegar a ser un buen pintor?

La constancia. Creer en lo que haces. Sufrir con la obra que tienes delante.

¿Cuál es el elemento indispensable en su estudio?

La música. Es lo único que me separa del mundo. Con ella me concentro y sólo quedamos el cuadro y yo.

De todos los museos del mundo, ¿dónde te gustaría exponer por lo menos una obra?

Siendo pintor español. Evidentemente, y ya tendría que estar bajo madera de pino, indudablemente el Prado. Pero eso ya son palabras mayores, muy difíciles a alcanzar.

Has pintado uno de los cuadros mas grandes de Baleares, y posiblemente, uno de los mas grande de España… Háblanos de el.

Este cuadro ha sido un encargo de las bodegas de Maçià Batle. Querían un gran cuadro que presidiera la sala principal. Y tras varias conversaciones con  Ramón Serball, presidente de las bodegas Maçià Batle, se decidió por un cuadro que ocupara toda la pared frontal. 

A los pocos días de esa propuesta le dije: “Ya estoy inspirado. Lo veo.”

Me vio tan ilusionado y seguro de mi mismo, que le transmití mi entusiasmo. Y, al rato, ya estábamos hablando de una obra de 8 metros de largo por 2,70 de ancho, toda la superficie que tenía la parel frontal de la sala.

Lo que jamás olvidaré fue el momento en el que vi esa tela desplegada ante mi, tan blanca, tan limpia… Entonces, tras largos minutos observándola, me dije: “Y… Ahora qué, Carlos?”

Creo que me entraron escalofríos. Toda mi vida soñando con poder hacer un mural de gran tamaño, y por fin lo tenía frente a mí.

Las ideas iniciales que pensé junto a la mujer que en esos momentos compartía mi vida, tuve que borrarlas a la vez que finalizó nuestra relación. Y en un ataque de ira, borré todo lo que había dibujado sobre el lienzo, lleno de dramas y sinsabores, e iniciar todo lo que en esos momentos bullía en mi cabeza, dirigiendo mis manos a otra idea totalmente distinta. 

Fueron momentos muy duros, horribles. Llegué a dibujar, y borrar, varios bocetos. Lágrimas de  sangre y el corazón encogido no me dejaban ver claro lo que quería… Pero, finalmente, el desamor puede tener mucha fuerza si sabes sacarlo de tu interior. Y, mi momento había llegado…

Tenía que hacer algo importante, y creo que he conseguido una obra muy interesante. 

He trabajado muy duro durante nueve diez meses, consiguiendo un ambiente de mis personales de 1900, dentro de un espacio grecorromano. Más o menos sigo con mi esencia, sigo mi espíritu de principios del siglo XX. Y, por el momento, sigo considerándome un pintor anacrónico, y he seguido la línea de mi propio estilo.

Mañana… Mañana no sé lo que haré…

La stanza del pittore 

Esta mañana en la Toscana no corre una gota de viento. Es pronto. Los primeros destellos del alba derriten el cielo como una obra de William Turner, El canto de las cigarras, los pájaros y otras criaturas que habitan el lugar donde ahora vivo también retumban como violines del Olimpo creando una atmósfera idílica.
Alrededor, Paz.
“La Stanza del Pittore” que nosotros en español llamaríamos “la habitación del pintor” es mi habitación. Tiene prácticamente la misma superficie que mi antiguo apartamento de Roma, con altos techos abovedados con vistas a los viñedos de Brunello, que parece haber estado siempre aquí, eterna. Coloqué el escritorio frente a una ventana que todos los días me abre los ojos de par en par ante los atardeceres más hermosos jamás vistos, ya que en este lugar el oro viejo que el sol derrama sobre la tierra y lo cuece casi quemándolo los haces distintos a todos los atardeceres del mundo, dándoles el esplendor y la consistencia del arte clásico.

Las raíces del Brunello di Montalcino de Villa Le Prata se remontan a 1980, cuando la sonrisa de Marialuce y la mente absorta de Massimo encontraron su lugar en el mundo en tierra toscana; opuestos pero complementarios, dos extremos que se encuentran, un encaje perfecto: consolidaron su promesa de amor comprando la Villa y plantando la primera hectárea de viñedo; lo hicieron simplemente por compartir el fruto de esta generosa tierra con sus amigos. Y todo lo que compartes con las personas que amas nunca se pierde, nunca se divide. Al contrario, crece y aumenta su potencia, multiplicándose y expandiéndose en todas direcciones como si fuera un eco. Así, año tras año, día tras día, la tierra ha recogido la obra más importante, la humana, y los viñedos son ahora cuatro. Intacto, es el secreto de su atmósfera única, guardado y encerrado todo en una sola botella. Hoy Villa Le Prata es una tienda que produce vino de la más alta calidad y creció con la familia Losappio, pero sin perder ni un sorbo de la auténtica pasión que lo generó. Su propia historia está toda escrita en los motivos que decoran las ocho habitaciones del edificio principal, y a esta historia ahora el mío también ha sido agregado. Los huéspedes del agroturismo, de hecho, tiene la posibilidad de concretar una cita privada con el pintor a fin de que conocer su estudio y su obra de manera más íntima, contemplando en primer plano el escenario de sus pecados, allá donde los cuadros sangran dejando fluir la pureza.
En realidad, me parece que estoy viviendo en un film de Woody Allen. Es un período de mi vida que me siento más personaje que ser humano, más artista que individuo, más vivo que muerto, un hombre con un destino incierto desde que decidió dejarlo todo y mudarse a la ciudad eterna con el corazón roto, sabiendo que ni siquiera el amor basta para salvar a la persona que amas. 
Nada mas llegar a la capital italiana el tráfico me mordía los talones, el arte estalló entre mis costillas y Bernini eclosionaba dentro de mi, dividiendo los cuatro continentes de mi alma en partes iguales. Me trasladé con rapidez y sin miedo, empujado por mi madre, diciéndome “Carlos, un pintor se hace pintor cambiando de trenes”, así que me fui, con una mano delante y otra detrás, sin hablar ni entender el idioma, yendo a  vivir con una familia a la cual no conocía, y que sin conocerme me ofreció un estudio en pleno corazón de Roma. 
Palma de Mallorca me parió, Roma me crió. Como en la vida tuve el amor de una madre real, junto con el de una madre putativa: María, María como Nuestra Señora. Quizás por este destino para ella llegué hasta el papa, con mi abuela que me tomó de la mano, guiándome por mi Vía Crucis personal como artista. Cuando María estaba muriendo, pinté su alma para hacerla renacer eternamente joven e inmortal y el Papa Francisco bautizó mi obra con su bendición.
Luego, bajo el impulso de un gran artículo publicado en Rolling Stones Italia, mi primera exposición en Roma, donde tuve la suerte de conocer a los propietarios de Villa le Prata, Anna y Bernardo: con ellos fue amor a primera vista. Una pareja unida por algo indescriptible y especial, dos personas libres, capaces de captar la belleza que acompaña a la noticia y de morder la vida cada dia.
En cuestión de dos semanas decidimos que mi próximo destino en Italia habría sido Montalcino.
Y pensar que al principio había llegado a Roma, pero mi pintura no me había seguido: durante tres meses me quedé mirando un lienzo en blanco, mientras esperaba impotente a que él me violara; mis pinceles estaban rotos como mi corazón, sentía que mis manos se paralizaban cada vez más y ya no podía ver los colores. Luego conocí a Silvano Agosti, el director de «De amor si vive», primero viendo su película y luego estrechándole la mano en persona, para agradecerle por traerme a casa mi inspiración que se perdió como un niño en la noche en bosque y en la oscuridad. «De amor si vive»: algunas películas son pinturas en movimiento. Este título me hizo suyo y luego lo hice mío, llamando así a mi exposición y, como un hilo rojo, a todo mi trabajo a partir de ese día. Con esta frase, Anna, Bernardo y yo nos reconocimos como un idioma común, como si fuera una contraseña: «De amor si vive», porque nosotros vivimos del amor aun cuando de amor estemos muriendo.
El lienzo con estas palabras grabadas que me retratan estaba expuesto fuera de mi estudio en Roma, pero se fue a la Toscana antes que yo, porque el amor genera amor, se basta a sí mismo y siempre recoge sus frutos cuando llega el tiempo de su cosecha. Ahora vive en la entrada de Villa Le Prata y la puedes ver desde fuera ya que era el apellido de nuestra nueva familia que acaba de nacer.
Ahora en Toscana me siento como un actor sobre un gigantesco tablero de ajedrez, consagrando todo a un Dios que jamás conoceré y al que trato de encontrar en mis lienzos. Porque yo se que sin un renacimiento espiritual de nada sirve al ser huir del mal.
Aquí en Montalcino trabajo cuando cae el sol, cabalgo sobre las largas noches en las que los campos claman mi nombre por encima de las viñas que el viento mece, viento que poco a poco se vuelve más ligero, mientras pasan las horas y la tímida luna da paso al sol.
El final de mi jornada suele coincidir con la hora del desayuno de los huéspedes de la Villa. Y para su deleite, antes de meterme a la ducha, Enrico Caruso abre mi ventana de par en par, y su música envuelve l’amanecer con sus primeros destellos de luz.

Cuando el resto del mundo se despierta me voy a dormir, me meto en la cama cansado de felicidad. La felicidad como una suerte de tiempo estancado, un espejo de agua quieta, mientras que alrededor del mar está en agitación. Algo que se fue hace muchos años. Desde el cielo mi abuela también llena el vacío y equilibra las manecillas detenidas a medianoche, el arte que hace que los pinceles ebrios de trementina cobren vida. Entonces yo tan que sin memoria no hay literatura, y sin talento no hay pintura. Estamos hechos de pequeños fragmentos de libros que hemos leído, y seremos todo aquello que están escrito en libros que nos faltan por leer.
Saber que formo parte de una exuberante naturaleza que siento que puedo gozar completamente día a día sin impedimentos me hace feliz maldición, 
el hombre más feliz sobre la faz de la tierra. He dejado el drama en Roma, ahora estoy en mi tren, camino hacia mi paz interior. Porque si vas hacia la luz, en el fondo, significa que ya estas en ella.

Carlos Prieto — Toscana 2020

Amor en Fa sostenido

Mi inspiración todavía caminaba con grilletes ebria de trementina y amor. Aplasté el pincel sobre los colores olvidados de mi paleta, terminando de darle forma a uno de mis enjutos personajes con ojos empañados de dolor y absenta. 

Mientras se derretía una lánguida melodía en fa sostenido del maestro Ludovico Eunaudi, acompañado de un triste y agonizante violín que humedecía esta mirada infiel, alejándome de la realidad, a una calle helada por el frío del amanecer y el dolor, que solo podía escucharse el rodar de los coches que despertaban las calles y acunaban farolas.

Ella rellenó su copa. Otra más. El bourbon ya sobrepasa el límite de la etiqueta Four Roses. El carmín de sus labios vaciaba la cajetilla de Fortuna, encendiendo su primer cigarrillo con el fuego de sus ojos y tiñendo la boquilla de carmín y mentiras.

Se tumbó sigilosa sobre la antigua alfombra persa que reposaba a los pies de mi caballete. Se retorcía como una cascabel hambrienta. A ella no le importaba mancharse ese vestido tan sexy rojo picota. 

Mis trazos sobre el lienzo empezaron a ser difusos, tanto como la descarada sonrisa con la que ella me miraba. Sus ojos de gata en celo brillaban entre  las sombras, como sus pechos en carne viva, derritiendo con su aliento el papel pintado de mi taller. Su belleza era ambigua e inquietante. Caminaba hacia mí, felina, muda, sensual, maliciosa, desnuda. Esa falda ya no pertenecía a sus piernas, yacía a los pies de mi cama. 

Volvió a rellenar su copa, escanciando el bourbon que estrangulaba con su mano, llenándolo hasta el borde, dejandocaer unas gotas sobre la alfombra llena de manchas de pintura seca. Iba dando pequeños sorbos, sin dejar de mirarme, la escuché decir con la voz entrecortada <¿Amor, …dónde estabas cuando mas te necesitaba?>

Fue una pregunta que no obtuvo respuesta. Mi boca estaba seca. La pasión me dominaba. La conocía tan bien… que no quise alentar pensamientos equivocados.

Llegó representando el papel de mujer mundana. Se fue acercando hacia mi gateando, envuelta en una aureola de perversión y deseo.

<Acaríciame,-me dijo-> Mientras humedecía la parte superior de sus labios con el filo de su lengua. Cogió mis manos y las puso sobre sus pechos, presionándolos con ternura. Su boca perversa, casi pegada a la mía, me susurró que me amaba mientras lamía mi oreja derecha y masticaba las palabras que quedaron ausentes en mi paladar. El morbo se podía masticar.

Deslizó mi barbilla con uno de sus pulgares hasta la altura de sus retinas, mis pupilas iban archivando cada unos de sus movimientos tan sensuales, mientras tanto, las cerdas de mis pinceles se erizaban y la pintura impregnada en mi último lienzo se derretía. Empezó a besarme descontroladamente, retorciendo su pasión contra mi deseo, arañando mi espalda y mi corazón herido.. Ella sabía que no era capaz de rendirme a sus encantos de “femme fatale” y le gustaba jugar conmigo a fuego lento.

La vi tumbarse en el camastro, invitándome a hacerlo junto a ella. En ese momento comprendí que las largas noches de insomnio, y los días de cientos de horas, ya no serían tan largos. Su cuerpo, atrevido, desafiante, con un lunar en forma de corazón bajo su rótula izquierda, dándole aún todavía más sentido a su belleza, reptaba por el mío escandalosamente, enroscándose cual serpiente hambrienta en un peregrinar sin metas posibles.

Ella despidió  la velada quemando el último pitillo de la noche, diciéndome sutilmente, que esta sería la última vezque nos acostaríamos. 

Por la mañana, mientras ahí fuera llovía melancolía, ella me despertó haciendo el amor, lentamente.

Amor de una noche. Pero en esta ocasión, su ausencia ya no me partió en mil pedazos el alma, porque la vi alejarse herida… 

 Carlos Prieto. Noviembre 2013